Prensa/AMB/Jabeando/11-03-2018.– Parece que fue ayer. Al menos cuando escribimos en la madrugada del sábado 10 así nos lo parece, posiblemente en razón de que el recuerdo de ese ser humano especial que fue Gilberto Mendoza- desaparecido físicamente hace unos 730 días, poco más, poco menos, hoy domingo 11-, tiene carácter de permanencia en cuanto a nosotros se refiere.
Hoy nos adueñamos de las cuatro palabras que enlazó el músico yucateco Armando Manzanero al titular y comenzar la melosa y hermosa canción que compuso en los años ’60, dedicada a sus padres, para intentar enhebrar unas cuantas líneas – que deben ser leídas no como si se tratase de un panegírico, sino de justo tributo-, a la memoria de Gilberto (Barquisimeto, 30 de marzo 1943-Caracas, 11 de marzo de 2016), de quien nos sentimos honrados de haber sido amigos y que fue o es, sin temor a equívocos, uno de los más completos, cabales y prestigiosos dirigentes que ha tenido el deporte en general pero más concretamente el boxeo mundial, disciplina a la que entregó toda la pasión que puede ser posible y a la que catapultó universalmente por más de tres décadas, contadas desde octubre-82 hasta diciembre-2015 (fecha esta en la cual dimitió, aquejado por el mal que le llevó a la tumba, poco antes de instalarse en Ciudad de Panamá la Convención Anual de la Asociación Mundial de Boxeo o WBA por sus siglas en inglés), entidad cuyo timón manejó con férrea y diestra mano por rumbos firmes desde un 14 de octubre de 1982, fecha en la cual fue electo a la presidencia en la reunión de San Juan de Puerto Rico.
Parece que fue ayer cuando unos pocos meses antes de esa asamblea en la Isla del Encanto, a comienzos del ’82, dos personas- el ingeniero Fernando Viso, si la memoria nos es fiel, era una de ellas- se nos acercaron en el hall del hotel El Lago, en Maracaibo, donde estábamos para una pelea de Betulio González con no recordamos quién, creemos que con un mexicano. Oswaldo “Papelón» Borges, presidente del IND por entonces, nos había designado Comisionado Nacional de Boxeo Profesional y aquellos dos desconocidos de sopetón nos dijeron: “Comisionado, tenemos entendido que Ud. cambiará las directivas de algunas de las comisiones de boxeo, entre ellas la de Aragua. Le pedimos que no mueva del cargo, que ocupa en ella, al doctor Gilberto Mendoza, candidato a presidir la WBA pues es requisito sine qua non que él figure como miembro de una comisión de su país, Venezuela en el caso, para poder ser elegible al cargo.”
Parece que fue ayer cuando les respondimos que de ninguna manera íbamos a cerrarle el paso a un compatriota. Que podían irse tranquilos pues él, Mendoza, seguiría como vocal (o tesorero) de aquella entidad. Aquella era la segunda ocasión en que sabíamos de alguien llamado Gilberto Mendoza. La primera, al recibir de nuestro antecesor el listado de las diferentes comisiones de boxeo.
Parece que fue ayer cuando acudimos a la asamblea en Borinquen en el ya remoto octubre de 1982. Allí, a sala plena ratificamos, a expresa solicitud del panameño Rodrigo Sánchez (q.e.p.d.), a la sazón presidente de la AMB, que en efecto GM formaba parte de la hoy desaparecida Combox de Aragua. Gilberto ganó la elección sin mayores contratiempos.
Una mentira que se ha esparcido en el medio, puesta a circular por no sabemos quién ni con cuáles aviesos propósitos pero sí con la obvia intención de hacerla parecer verdad, es la de que GM no contó entonces con el apoyo total de los delegados venezolanos, nueve si nos acordamos bien. Una falacia. Aun están vivos solo 2 de aquellos delegados de Venezuela, Carlos Díaz y Julio Castillo (este hoy en el Comité Ejecutivo de la organización), quienes bien pueden confirmar lo que decimos aquí: que toda la delegación criolla depositó el voto en favor del joven dirigente, para la fecha con apenas 39 años y el de menor edad históricamente en acceder a la posición cumbre del ente fundado en 1921 en Rhode Island,NY, con el nombre de NBA y WBA desde 1962, la organización decana del boxeo del planeta.
Abreviemos, en aras del espacio
Desde ese octubre ’82 hasta diciembre 2015, cuando la intensa luz que irradiaba se apagó en Gilberto Mendoza-para consternación de su esposa Elena, de sus hijos Gilberto Jesús y María Elena y de sus cientos de miles de amigos-, su ascenso, concreción y notoriedad como el más gerencial y equilibrado de los dirigentes que haya tenido el boxeo mundial en cualquier tiempo, resultó imparable.
Parece que fue ayer cuando elaboró el Manual de Clasificaciones de la AMB, aun vigente; cuando creó la campaña “KO. A las Drogas”, movimiento baluarte del ente, de sonoro alcance ecuménico, que tanto ha contribuido a apartar de la mala senda a miles de jóvenes; cuando creó e impulsó organismos regionales en Asia, Europa y otras latitudes; con la creación de los títulos de supercampeón, campeón interino, campeón unificado, iniciativas criticadas por unos, aceptadas por la mayoría.
Bien dice San Mateo: “Por sus frutos les conoceréis.” Sean estos buenos o malos.
Son buenos los de Mendoza. Allí están sus frutos y la herencia dejada por él (atinadamente reemplazado en la presidencia por su hijo, Gilberto Jesús), quien una vez nos dijo en una entrevista de 2013, publicada en un diario de Caracas, al definir lo que fue su gran pasión:
“El boxeo es la forma genuina de lucha del individuo común. Es una forma de escapar de muchos males sociales. Siempre, como todo, tiene sus subidas y bajadas. En el futuro el público será más exigente respecto a la competitividad de las peleas. Los pegadores y fajadores capaces de brindar emociones son los que tendrán más alcance. El boxeador técnico tendrá que arriesgar más.”
Parece que fue ayer. Y ya hoy ¡Cómo vuela el tiempo! dice el lugar común, llegamos a dos años de la despedida corporal de Gilberto Mendoza, cuyo solo nombre es tanto como decir boxeo.