Prensa/COV/Jabeando/Deportivas/02-082019.- Transcurría el tercer cuarto del partido entre Venezuela y Estados Unidos en la fase de grupos del baloncesto, y Jaxander Naranjo todavía permanecía en el Eduardo Dibós, a la espera de que la empresa de boletería de los Juegos Panamericanos, con la que trabaja en Lima, le imprimiera una entrada para ver al deporte de sus amores. Un malentendido impidió el reencuentro de Jaxander con la vinotinto del aire, pero no pierde la esperanza de ver a Grillito Vargas y compañía para revivir los buenos tiempos.
Para la numerosa colonia venezolana en Lima, la lucha por una entrada se ha convertido en un leit motiv en estos días. En el debut del baloncesto ante Puerto Rico, el Dibós parecía una recreación del Luis Ramos y el Naciones Unidas. Pero para los que han integrado selecciones nacionales, como Jaxander, se vive con mucha más intensidad, porque representa la oportunidad de reencontrarse con el corazón tricolor que sigue latiendo en su pecho, a pesar de las distancias.
Jaxander Naranjo llegó a integrar el combinado nacional de baloncesto en categoría menor. El jueves se topaba en las afueras de la Videna (como se conoce a la Villa Deportiva Nacional, donde se desarrolla buena parte de las disciplinas) con un viejo conocido de los tiempos en Carabobo, al que ambos representaban.
“Yo a ti te he visto”, decía Naranjo. “Sí, a mí también me suena tu cara”, le respondía Nilson Palacios, un ex corredor de velocidad que llegó a marcar 10.30, equivalente al récord nacional de Hely Ollarves, pero con viento a favor de 2.1, que impidió homologarlo.
Nilson, que aquí trabaja en una escuela, también ansiaba el reencuentro. Buscaba la forma de entrar al karate, donde tiene grandes amigos, y esperaba volver a saludar a su gente del atletismo, como lo hizo hace tres meses en el Suramericano que también tuvo lugar en Lima.
Para Jaxander, ver a su selección representa un reencuentro consigo mismo. Hace año y medio, cuando salió de Venezuela, le advirtieron que no se llevara nada que identificara su nacionalidad, pues el rechazo a los criollos se había incrementando en Lima. Ahora sueña con una chaqueta como las muchas que dejó en casa.
“Yo solo quiero algo que me recuerde de dónde vengo y además lo que me apasiona que es mi deporte, lo que hice en Venezuela”, confiesa el ex basquetero.