Ángel Edecio Escobar. Artífice de media docena de medallas olímpicas. Su recuerdo vive en Caricuao

*** A propósito del homenaje hecho por sus vecinos de Canagua al inolvidable guerrero cuyo éxito radicaba en la humildad y el sudor

Por Félix Bizot
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Ángel Edecio Escobar: Hall de la Fama del deporte venezolano, pentamedallista olímpico, 40 años en el boxeo. (Foto: Colección privada)

Prensa/Jabeando/24-06-2022.- Nada más orgulloso que sentirse copartícipe de un meritorio homenaje a alguien que con su incansable tesón, capacidad de estudio y deseo de superación, constituyó un claro ejemplo para sus vecinos.  Después de todo, las raíces históricas de un pueblo son responsables de alzar las banderas de sus verdaderos héroes y de mantenerlos vigentes en su memoria para su compartir con las juventudes de esas comunidades. El sábado próximo pasado la comunidad del Conjunto Residencial Canagua en Caricuao, rindió un merecido homenaje al inmortal entrenador de boxeo Ángel Edecio Escobar. Por ello, al considerar oportuno el presente escrito por ilustrar la cercanía con el entrañable amigo. Y en ese orden de ideas, les presento esta columna, acicalada con toques de ese gran pasado inolvidable…

Su compadre Efrén Rodríguez, inseparable amigo, compañero de confianza casi toda su carrera profesional en el boxeo venezolano

Arreciaba el estío insular con sus suaves ráfagas de barlovento, cuando, a inicios del 1969 conocí a Ángel Edecio Escobar. Habíamos coincidido en la misma residencia en Porlamar, bajo el programa “Difusión Deportiva”, del IND, supervisado por el olímpico Asnoldo Devonish, a finales de los 60. Hicimos una entrañable amistad y juntos fuimos a diversas actividades. Terminé actuando como parte de su staff de confianza y allí inicia mi carrera de árbitro del boxeo al aprobar el curso que él dictó.

Hombre de gran sabiduría, tenía una manía increíble de escribir copiosos y enjundiosos informes de todo lo que hacía. Pero Edecio, para qué envías eso si no lo lee nadie? Y él contestaba sonriente pero impertérrito: No importa, algún día, se van a apilar tanto que alguien inevitablemente se tropezará con ellos y tendrá que hojearlos para poder echarlos a la basura. Entonces, quizá sirvan de algo.

Yo daba clases de esgrima, a la sazón, y el resto de mi tiempo lo repartía entre las andanzas de un hombre de 22 años, en esa isla paradisíaca infestada de mujeres y playas, (las cuales, por supuesto, no tengo la menor intención de ponerme a recordar en este escrito) y acompañar a Edecio a sus actividades.

El Círculo de Cronistas Deportivos entroniza justicieramente a Ángel Edecio Escobar al Hall de la Fama del deporte venezolano

De las largas conversas que sostuvimos me enteré que había comenzado su carrera debajo de un puente (el “9 de diciembre”, en la Av. San Martín), y que allí a fuerza de intercambios con programas en todas las provincias, construyó un nombre, a base de coraje y tesonera labor. De esa época mi memoria destaca al “Mono” Mendoza, a los hermanos Félix y Víctor Márquez, al “Cabezón” Véliz … entre otros de sus discípulos. También al incursionar en el profesional condujo a Héctor Criollo. Así me enteré también que paralelo a su actividad como entrenador, y ya que, en esa época él, al igual que muchos otros entrenadores de boxeo, no tenían un sueldo o salario, sino que debían rebuscarse como se pudiera, él trabajaba como repartidor en una moto, y en una de esas, se partió el brazo de manera que le quedó sin poderlo estirar. Las motos no se daban con su familia, pues me dijo que, lamentablemente, un hermano suyo se mató andando en una. Edecio decía que yo me parecía mucho a su perdido hermano, y que yo se lo recordaba con algunos gestos similares. Eso hizo más estrecha nuestra amistad.

CARTAS CON ELI MONTES

Cuando coincidimos en Margarita, Edecio se carteaba con el Maestro Eli Montes, quien le reconocía su labor por haber conducido a su pupilo “Morochito” Rodriguez al oro olímpico, e intercambiaban largos manuscritos donde se aconsejaban mutuamente. (En esa época no había correo electrónico, ni celulares) él y Edecio mantenían entonces una fluida relación epistolar donde intercambiaban elementos propios de su trabajo como técnicos. Creo que esas mismas excelentes relaciones las mantenía con Juan Rivas, entre otros reputados técnicos del país, incluso, sé que intercambiaba información con el cubano colombiano Sócrates Cruz. De todos ellos se nutría densamente, gracias a su presencia diplomática.

Finalmente, algún tiempo después, alguien del IND evaluó sus informes, y él fue llamado a jefaturar el staff de la Selección Nacional Amateur. Esa posición la sustentaría, casi hasta su muerte.

Durante los JJOO del 68, se fue a admirar la imponente estructura del Estadio Nacional, en México -me contaba-, y allí se encontró a Yong Yu Jee, el coreano al que habría de enfrentar en la final, que estaba con sus entrenadores dándole vueltas a la pista. Era la usanza de la época en Venezuela que, en las cercanías de una pelea, les decían a los púgiles: ¡Cuidado, no levantes los brazos, descansa! Así que, fue un shock para sus futuros aprontes técnicos.

“Una vez estaba en un vuelo para un evento internacional y alguien se quejó de un terrible dolor de cabeza. Yo, que era una especie de médico frustrado, había leído mucho sobre el tema, así que le recomendé una pastilla que yo llevaba y le hizo un excelente efecto. Al cabo rato se me acercaron algunas personas del grupo y me dicen: Doctor, ¿Usted cree que sería bueno entrenar después de comer? y yo, mientras me esponjaba sicológicamente, me sentí tentado a dejar el malentendido así, pero no me dejé dominar. Entonces les dije: no soy doctor, es sólo la experiencia del entrenador la que actuó. Y satisfice sus interrogantes”.

Años después, ya siendo yo árbitro continental de la AIBA, me lo encontré en un Nacional en Ciudad Bolívar, y allí me explicó que había tenido un par de años a un peso mediano de Monagas bastante aprovechado, pero en ese entonces él estaba preparando a otro peso mediano que representaría a Bolívar. Cuando vio al peleador monaguense apalear a su nuevo pupilo quien no había tenido tiempo de alcanzar el nivel requerido, me confió: “ese fue el cuchillo que yo amolé para mi propio pescuezo”. Había trabajado con boxeadores de todo el país, esto se repetiría muchas veces en estos programas.

SE DICE RÁPIDO

Ángel Edecio estuvo presente en las medallas del boxeo en 5 Juegos olímpicos, hazaña que no debe tener parangón en ningún otro deporte venezolano. Regresó a su país con cinco medallistas: «Morochito» Rodríguez, México 1968: oro. Pedro Gamarro, Montreal 1976: plata. Bernardo Piñango, Moscú 1980: plata. Los Ángeles 1984, Marcelino Bolívar y Omar Catarí: bronce. Se combinaba con Eleazar Castillo de quien se decía trabajaba como un bachaco con esos seleccionados, y su leal compadre Efrén Rodríguez, hombre de excelsas dotes diplomáticas y personales, para guiar las estrellas en ciernes que les confiaban los “Colorado” Palacios, Luis Barreto, Eli Montes, Juan Rivas, Héctor Criollo, Filemón Camacho, y otros. Generaciones emergentes, que incluyen a Alfredo Pérez, Alfredo Lemus, Ismael Arcia, Hugo Rengifo, Engels Pedroza, David Grimán, Ángel Pacheco, Fulgencio Obelmejias, etc… hasta Antonio Cermeño, a quien asiste en su esquina en Puerto Rico para titularse campeón mundial en profesional, por indisposición de su discípulo Orangel Ramos “Memín”, quien sin ninguna duda, se lo confió a su maestro.

En 2003, luego de más de 40 años de labor, ya con serias limitaciones de salud y avanzada edad, anuncia su retiro de las esquinas. Fue postulado post mortem por el colega periodista Agustín Rodríguez, quien suele cubrir la fuente del boxeo, con un discurso emocionante que caló profundamente. “La vida de Ángel Edecio Escobar fue un recital de capacidad, responsabilidad y honestidad. Fue un trabajador e investigador incansable. Lo dio todo por el boxeo. Se le recordará con agradecimiento eterno”.

Oye, Angel Edecio, vas al Salón de la Fama del Deporte Venezolano, has sido nombrado por encima del campeón mundial de Wimbledon, Nicolás Pereira, el caballo de hierro de Aragua Roberto Muñoz y los densos periodistas Juan Vené, y Rubén Mijares. – No”, -diría después de chasquear los dientes,- “crees que soy bolsa, para creerte esa monserga?” – Pero sí, fue priorizado por el Comité de postulaciones sobre estas figuras de extensísimo y reconocido palmarés, al lado de los fulgurantes Carl Herrera y Antonio Esparragoza. Justo reconocimiento para toda una vida productiva al servicio del boxeo venezolano. Allá en Caricuao, mismo lugar de donde salió Melquiades “Tabaquito” Sanz, para transformar a Kid Pambelé de tira piedras en un portento capaz de pasar largos años sin perder una pelea. También Jorge Zerpa, el mismo que llevó a ocho peleadores a titularse en campeonatos mundiales en boxeo profesional. En esa misma populosa barriada caraqueña, se estarán solazando, sobre todo en el sector Canagua de dicha parroquia en la recién inaugurada Cancha Múltiple Deportiva, un espacio destinado a apartar del ocio y sus eventuales vicios a los jóvenes en honor y reconocimiento a nuestro inolvidable maestro del boxeo, el entrenador Ángel Edecio Escobar

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