El último cumpleaños de Chivita Lezama

***104 años de consagración por su lealtad en condición de fanático y buen ejemplo ciudadano. Atestiguó el trofeo número 21 del Caracas como campeón local

 Por Luis Carlucho Martín
CNP 7.365

Prensa/SMDLG/Jabeando/Deportivas/16-05-2023.- Jesús Lezama, el sempiterno animador de los Leones del Caracas, en las buenas y en las malas, no desperdició ni un momento de sus, bien vividos, 104 años con los que acaba de “anotar desde tercera a home”, como vaticinó un día previo a su último viaje.

Su tradicicional posición en el estadio, con la corneta sonando en la tribuna. Mientras los caraquistas lo aplauden, el contrario lo pita…

Este dicharachero multifuncional, autodidacta, cultivó un inglés empírico, pero de mucho provecho, apasionado por la lectura, bailarín como el que más, fanático de Benny Moré y los ritmos latinos, romántico y enamoradizo, fiebrúo del dominó, excelente copa y buen comedor, portador de excelente salud, y papá estricto, impositivo y con destellos de orgullo, pero, por encima de todo, gran guía y amigo.

Así quiere que se le recuerde por siempre su hijo mayor, Jesús Alejandro Lezama, quien refrescó varios datos acerca de ese extraordinario ser humano, ícono del deporte, la sociedad y la cultura nacional, que no daba un paso sin encomendarse a su guía protector, el Sagrado Corazón de Jesús.

INFANCIA EXTRANJERA

Por algunos motivos de la vida misma, doña Josefa Lezama, con su vástago casi recién nacido en Tucupita el 9 de febrero de 1919, hubo de radicarse en Trinidad, donde permanecieron casi por 10 años. Allí, el entonces chamito, Jesús, adquirió afición por el fútbol y el críquet –parecido al beisbol por aquello de batear una pelota, aunque distinto en esencia–. Nadie, en esos días pudo imaginar el longevo y productivo futuro que debería labrar quien, desde el pasado viernes 11 de mayo pasaría a la gloria eterna.

En su retorno, fueron a dar a Caucagua. Allí la tía María y su mamá Josefa, montaron un restaurant. Aquel niño, que no hablaba nada de español, fue creciendo con el apodo de “For You”.

Pasados unos años las oportunidades se vislumbran en Los Flores de Catia, en Caracas, y desde allí la cotidianidad y las incipientes ondas hertzianas le dieron a conocer el beisbol y la música –cubana en su mayoría.

En su desempeño citadino comienza a visitar San Agustín, casa matriz del que desde entonces fuese su máxima pasión, el equipo de la capital.

Por sus nexos con algunos peloteros de renombre se cree que la hazaña lograda por los Héroes del 41 fue decisiva en el rumbo de aquel joven Lezama, quien en lo sucesivo construye su impecable historia como fiel seguidor de una disciplina y un equipo.

Chivita fue un aventurero que viajó, incluso a otros continentes, y supo enaltecer la venezolanidad.

BAILARÍN DE LOS BUENOS

Jesús Alejandro sigue hurgando entre sus recuerdos para exponer otra virtud de su padre: “Fue el bailarín número dos del país. Compañero de Yolanda Moreno, que es lo máximo”, reveló.

Bailaba boleros, montuno, y todo eso que luego se llamó salsa. Tan seguidor de Benny Moré que viajó a Cuba, por deporte y por rumba. “Bailó todo lo de la Fania con la misma destreza con que bailó tango”, puntualizó su hijo.

Dicen que con «Pepa e’ burra» –el gran César Tovar– formaba una dupla invencible que destacaba en cualquier pista de baile donde sonara una rumba.

En su apartamento de San Martín, al que llamó “La Cueva”, donde vivía solo porque no le gustaba depender de nadie, dejó una invaluable colección de acetatos que pasa el millar, y otros tantos en diversos formatos, como muestra inequívoca de su melomanía.

Cree la familia que su calidad para bailar fue el gancho para atraer, conquistar y multiplicar el apellido: tuvo 13 hijos con cuatro diferentes parejas…

NEGRO GALLEGO

Se desempeñaba como cobrador del INOS –ahora Hidrocapital– y luego ascendió a supervisor. Iba de puerta en puerta cobrando el sagrado servicio del agua.

En su incesante andar conoció cada rincón caraqueño y aquellas agotadoras jornadas merecían un refrescante abrevadero, y qué mejor sitio que la Hermandad Gallega, club de inmigrantes –cercano a su sitio de trabajo en Maripérez– que le abrió las puertas y lo registró como uno de sus socios. “Así se volvió el primer negro con carnet gallego”, bromea su hijo.

Lo cierto es que Chivita se dejaba querer en cuanto sitio frecuentaba por ser buen contador de cuentos, dominosero que sabía de música, de deporte y de los datos del tradicional 5 y 6…

Quizás allí, entre hispanos, sumó al Real Madrid a sus ya predilectos Leones del Caracas y Yankees de Nueva York, a la lista de sus tres equipos queridos.

LEZAMA Y NAZOA

Como joven cabeza caliente de aquellos días, influido por corrientes adecas y militancia uerredista Lezama hizo disgustar a Pérez Jiménez. La Seguridad Nacional lo metió en un calabozo por su convicción política, tema que, por cierto, dejó en el pasado.

Su máximo orgullo es que compartió celda con otro que ya era ícono de la rebeldía, la cultura y las letras venezolanas mundiales, don Aquiles Nazoa.

NEXOS CARAQUISTAS

Se sabe de su entrañable amistad con Antonio Armas, Baudilio Díaz, Víctor Davalillo, Ubaldo Heredia y otros de esa y siguientes generaciones de estrellas.

Pero su nexo con el equipo es desde su génesis, desde su fundación por parte del principal socio, Martín Lange en 1942 como Caracas BBC. Luego se afianza ese compromiso de fanático leal 10 años más tarde cuando el equipo es adquirido por Pablo Morales y Oscar “El Negro” Prieto por 75 mil bolívares y pasa a llamarse Leones.

«Era tanta su apego por ese equipo, que coordinaba su trabajo en el INOS para poder viajar con el equipo en sus giras al interior», afirma su hijo, quien agrega: “Todo era ad honorem. Él no cobraba nada. Financiaba sus viajes. Así era su afición».

Una vez llevó un grupo de samba al estadio y los propietarios la prohibieron porque hacía mucho ruido. “Con Lezama y su corneta nos basta”, dicen que dijeron.

“Por eso, mi papá aseguraba que la samba no es exclusiva de La Guaira. Yo fui el primero en llevar samba al Universitario, pero no le gustó al equipo”.

Vista su entrega por el Caracas, sus agradecidos propietarios le dieron acceso al equipo, con uniforme incluido, cuyo dorsal cambiaba año a año indicando su edad. Allí comenzaron a pagarle viáticos y logística para las giras. “Él retribuyó con la mayor lealtad como el fanático número uno del Caracas, mención que reconoce el Círculo de Periodistas Deportivos y le valió su exaltación al Salón de la Fama del Beisbol», expuso.

La familia Lezama quiere agradecer a mucha gente el trato especial para con su padre; entre ellos a Luis “Kojak” González y Gustavo Perdomo, quienes de manera desinteresada fueron sus amigos y transporte en todos los juegos realizados en el coso de Los Chaguaramos.

En ocasiones le correspondía a su hijo mayor la rutina: Llevarlo al estadio a las 4 de la tarde de donde salían casi a la 1 de la madrugada, a comerse sus cachapas preferidas, que a veces eran sustituidas por una buena sopa, en Las Mercedes. No obstante, su amigo y compadre más apreciado fue Jacinto “El Loro” Betancourt, quien fungía como tobero –vendía cervezas por tobos en el estadio de San Agustín–, y llegó a ser jefe de club house de los Leones del Caracas. Con ambos podría escribirse un capítulo aparte que exaltaría la amistad como valor humano.

Cuenta Jesús que cuando Caracas no jugaba, se volvió casi una ley buscar a su papá todos los días a las 7:30 de la noche al terminar su jornada de dominó en la céntrica esquina de Piñango, para llevarlo a su apartamento, su “Cueva”, que siempre lució impecable, intacta, en perfectas condiciones, porque él mismo, a pesar de su edad, se ocupaba del mantenimiento general.

“LEZAMITA AGÜEVONIAO”

Una tarde muy especial para el Caracas, debido al cumpleaños de otra furibunda fanática, la doctora Marta Villalba, se dio una anécdota que quedará para la historia, porque no solo involucró a Lezama, sino a todo el público.

Chivita mandó a hacer una torta especial para tan destacada personalidad. Jesús hijo, retiraría el pastel del dogaut para entregarlo a la agasajada, quien sería sorprendida con el canto del cumpleaños. Pero la gente de protocolo se adelantó. Le quitó la torta al emisario y mató la sorpresa. Desde el terreno, el hombre de la corneta advirtió que su plan se vio truncado, por lo que reprendió a su hijo con el típico señalamiento criollo cuando alguien se deja robar la iniciativa.

“Muchacho agüevoniao” fue el grito que retumbó ante un cómplice silencio de la multitud. Ello generó risas generalizadas y de inmediato un espontáneo canto colectivo que señalaba a quien no cumplió su tarea: “Lezamita agüevoniao”, “Lezamita agüevoniao”, “Lezamita agüevoniao”, “Lezamita agüevoniao”, uh ah!!!

UN TIPO DE FE

Entre broma y seriedad ha corrido de boca en boca, entre la gente del beisbol, que durante una jornada cualquiera entre Caracas y La Guaira nació la llamada “Maldición del Chivita”

Sucede que Caracas, en su rol de home club prohibió la entrada de la samba al Universitario. Y La Guaira, en respuesta, decidió prohibir el show de Lezama y su corneta cuando los del Litoral fuesen home club. Llegado el día lo sacaron del estadio, de manera indebida. Y allí lanzó el conjuro según el cual “La Guaira no ganará más mientras yo esté vivo”, sentenció.

Como refuerzo, su hija Delta le preparó un collar de pepas de zamuro con un crucifijo a manera de amuleto. Han pasado 37 años y los Tiburones siguen sin ganar. ¿Podrán romper el maleficio ahora sin la fuerza mágica de Lezama?

Su memoria plena y la extensa vitalidad quizás fueron producto de su herencia, de su rutina física (Cero cigarros ni refrescos), mucha lectura y fe cristiana, a lo que se suman los traguitos sociales que siempre le alegraron el espíritu.

LA VERDAD ANTE TODO

“Hijo, me siento mal”, dijo en su lecho de despedida cuando le anunciaron su delicado diagnóstico. No obstante, no dejó de hacer chistes:

—Patuleco (Remoquete de su hijo Jesús), qué vaina. Tú manco y yo enfermo. Quién nos aguanta— expresó con humor a flor de piel, a pesar de su fatal adversidad.

—Papá, no digas que estás mal. Ahí estás echando bromas— repicó Patuleco…

—Yo nunca he dicho una mentira. La verdad ante todo. Repito, me siento mal. Sé que estoy en tercera y voy directo pa’ la goma.

Así fue este patrimonio de la cultura deportiva criolla, orgulloso de haber presenciado el extenso palmarés de 29 finales, 17 subcampeonatos, 2 Series del Caribe y una Interamericana, además de celebrar el título 21 de sus entrañables Leones.  Como complemento, en el marco de la Serie del Caribe 2023, aunque no pudo imponerse el lema León, León, León, su corneta aupó a unas 35 mil almas que abarrotaron el estadio Monumental “Simón Bolívar” de La Rinconada el pasado 9 de febrero para cantarle el último de sus cumpleaños…

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