*** Basado en una entrevista realizada en 2011, pero editada con datos recientes
Por Luis Martín
Prensa/Jabeando/Deportivas/13-06-2023.- Cuando los jóvenes españoles María Soledad Escribano y Argimiro Diez fueron exiliados a Montauban, acatando el «obligatorio paquete turístico» del Generalísimo Francisco Franco, jamás pudieron imaginarse que terminarían asentándose como familia en Caracas. Menos aún podían pronosticar que su primogénito Francisco (Nacido el 12 de junio de 1943 en esa localidad francesa) concretaría tantos éxitos palpables: miembro del Salón de la Fama del Deporte Venezolano, premio Buen Deportista YMCA y doctor honoris causa de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador, entre otros logros.
LET’S MAKE UP
Se trata de Francisco «Paco» Diez, de controversial carácter, expresidente del Instituto Nacional de Deportes, formador e ideólogo de aquellos «Héroes de Portland» y carnet número 2 de la asociación YMCA Venezuela. Su hermano menor, Vicente, es el número 1.
Hombre de pasión por el deporte (De hecho, su vida es el baloncesto) y por la salsa, habla acerca de su gente en el ambiente musical:
“Los macropanas del Pedagógico me agasajaron con el Sonero Clásico en plena avenida Páez. Agradezco ese tremendismo de Orlando Herrera, «el Negro» Cole, el premio nacional de literatura Federico Villalba, Jesús «Malandro Viejo», Ángel «el Zurdo» Flores, Aníbal Istúriz, Luis López y Luis Burgos”.
Esto explicó Diez, tarareando su predilecta pieza Pedro Navaja, a la vez que refería algunos pasajes de esa tarde salsera en aquel improvisado abrevadero surgido con el pretexto de vacilarse unas piezas de salsa dura mientras libaban diversos tipos de líquido.
SALSA Y CONTROL
A Paco le brillan los ojos cuando habla de Rubén Blades y de ritmos latinos. Dicta ponencias sobre salsa, negritud y baloncesto. Se inspira y amablemente esparce sus conocimientos hasta conseguir elementos comunes que influyen en la identidad de nuestra raza y asegura que «el buen bailador de salsa tiene aptitudes innatas para actividades físicas y generalmente muestra inteligencia ante situaciones de la vida».
LA CLAVE: TRES DOS
Cuando contaba con apenas tres años de edad, sus padres, junto a un grupo de exiliados decidieron huir de la guerra. América sería el destino. La travesía se hizo en tres días de París a Islandia, a Groenlandia, a Montreal, a Nueva York, a Puerto Rico y finalmente a Maiquetía.
Sus viejos venían con sus tres dos: dos hijos, dos maletas y dos billetes de cien dólares, para sembrarse en Sarría.
Pero antes hubo unos duros días en los que incluso debieron pernoctar en unos galpones y dormir sobre sacos de harina hasta lograr el inicio de la estabilidad.
Así, sus viejos se adaptaron en Caracas, con sus propios tres dos, típico de la clave que le da ritmo a su vida cotidiana.
VAGABUNDEANDO VOY
Cuenta que «era un fenómeno haciendo y volando papagayos con cruceros (hojillas) para cortar el de los demás, aunque más de uno se me fue a la isla». Así retrotrae esos momentos de chiquillería.
Evoca recuerdos de su papá, el exfutbolista y jugador de bolas criollas don Argimiro, quien los crio con lo que producía su tintorería Central, allá en Sarría.
Revela que «le preparaba a los muchachos caña clara con Kool-Aid y todo el mundo contento, porque yo era el propio médico asesino por mis instintos químicos». Esto lo cuenta muerto de la risa.
Instintos de alquimista, que vueltos conocimiento, por sus más de ochenta créditos aprobados en la Facultad de Ciencias de la UCV, años más tarde fueron instrumento de lucha en las candentes protestas estudiantiles en el Pedagógico.
Entre sus allegados tiene fama por su ingenio al preparar molotov y otros elementos con los que el aguerrido estudiantado hacía frente a las fuerzas policiales de entonces.
COMPAÑERA MÍA
En plena juventud conoció a su inseparable Josefina Boza, con quien trajo al mundo a Paquito (+), Ricky y María Soledad, «quien como mamá nos dio a Victoria, la alegría de los Diez». Para ese momento era la única nieta, tal como publicaba en el nick de su Blackberry.
Comparten un elegante, pero nada ostentoso apartamento, su búnker familiar, decorado con varios óleos del expícher Manuel Pérez Bolaño y otras firmas reconocidas.
En un rincón especial luce una pequeña mesa con un velón iluminando el camino de un sinfín de fotos de su desaparecido hijo mayor, Paquito, manteniendo vivos su recuerdo y su presencia para mitigar la tristeza de lo que él califica, con un nudo en la garganta, como su mayor derrota. Ya ha digerido que todo tiene su final.
BÁSQUET EN SALSA
Es coleccionista de pines, gorras y navajas, además de música latina en todos sus géneros, pero con predominio salsero.
Complementan la sencilla decoración innumerables trofeos, medallas, diplomas y fotografías de sus tres hijos en ejecución deportiva. Los tres destacaron en atletismo. Hijos de gato sí cazan ratones, aunque sea en otra disciplina deportiva.
Muchos adornos están enmarcados en detalles alusivos a su vida y pasión: el baloncesto. Quizás por ello exhibe con orgullo una foto «muy especial» junto al recordman Wilt Chamberlain, que le recuerda sus días de estudiante en latitudes norteñas, la cuna del básquet, donde viajó becado gracias al programa Alianza Para el Progreso.
«En Springfield tuve la fortuna de conocer a mi eterno entrenador Ed Billik», dijo con evidente agradecimiento.
Su salto de la Escuela de Química de la UCV a la de Educación Física del Pedagógico de Caracas, y luego a la cuna mundial del baloncesto, le llena las alforjas de méritos para el doctorado honoris causa que le otorga su Universidad Pedagógica Experimental Libertador, que después de la familia es su mayor orgullo.
«A pesar de tantos logros, no me he podido sacar ese clavo: gané una sola final con Gaiteros y perdí otra. Pero perdí una con Panteras y tres con Caracas y estuve a un juego de titularme con Trotamundos», refiere con evidente frustración.
El Código Da Vinci y El Señor de los Anillos son sus libros preferidos. Se confiesa admirador de los ideales del Gran Mariscal de Ayacucho y el color azul es influyente en su densa personalidad.
Tom y Jerry, un par de poodles blancos, se paseaban con sus pañales desechables por todo el apartamento como unos más de la familia.
EL SABIO
El tiempo que exigían los estudios de Química en la UCV, más su deseo de estar en la selección nacional de baloncesto —como técnico, porque ya había estado como jugador—, además del «scouteo» por parte del profesor Manuel Gallego Carratú para darle vida al Departamento de Educación Física del Pedagógico, sumado a la semilla basquetera que en sus días del Colegio América de San Bernardino sembró Germán Garrido fueron factores que lo llevaron a cambiar las fórmulas alquimistas por todo lo que ha logrado hasta ahora y la historia le dio la razón: incontables éxitos en torno a un balón.
«¿Quién fuera Paco Diez hoy día si me hubiera quedado estudiando Química?», reflexiona con ademanes de ganador, como diciendo «voy a mí». Y quién no, con tan destacado y merecido palmarés obtenido a base de tesón y después de haber saboreado derrotas e incluso humillaciones deportivas. Pero no se rindió, insistió, aplicó nuevos sistemas, modernizó el baloncesto criollo y ahí están los resultados.
LA PALABRA AMIGO
«¿Amigos?». Revisa sus recuerdos. Hace mutis. Ante la duda y como buen coach, consulta a su asistente, Josefina, y mientras ella elucubra, Paco dice: «‘El Flaco’ Borjas. Representa equilibrio ante mis reacciones emotivas. Otro amigo desde mis días de estudiante es ‘El Loco’ Freddy Morales, de Casalta. Los panas del Pedagógico. Son muchos los amigos, pero estos son especiales. Así como Ken Wall».
Recuerda con mucho aprecio a José Key, quien lo ayudó a conseguir sus primeras veinte horas como docente en el liceo Antonio José de Sucre de Los Magallanes de Catia, aún como estudiante del IPC.
Un sitial muy importante para su exprofesor de Anatomía, el doctor José Domingo Martínez Morales, por su ética de maestro integral.
EL GUAGUANCÓ DEL ADIÓS
Nostálgico, ha dejado saber en varias conversaciones que hay momentos en los que hubiese querido compartir con amigos que ya no están, como «Camagüey» Espinoza, Gustavo López, «Mamiro» o Gastón Portillo…
«Paco es una referencia de éxito en el deporte y en la vida. Nosotros vamos tras él. Cuando el deporte no era bien visto, él triunfó dentro y fuera del país. Retornó y sin egoísmos compartió sus conocimientos», refirió visiblemente emocionado el reconocido exdirigente Alberto Centeno.
MAESTRO DE RUMBEROS
No hay dudas acerca de su huella en la docencia, en el deporte y en la salsa, «y lo que falta», a decir del propio Paco, quien sueña con ver el Salón de la Fama del Baloncesto y, ¿por qué no?, el de la salsa, consciente de que «¡la vida te da, te quita, te quita y te da!».
Hoy llega al octavo piso esta leyenda del deporte, del básquet y de la salsa. Con su carácter intacto y su ansia creativa, con sus incansables asesorías, sus charlas sobre baloncesto por concepto, sus consejos acerca de la solidificación de la familia y tantos otros temas que lo hacen destacar en el concierto de la vida en la que sigue con su estrategia de marcar férreo en defensa de sus principios integrales y trazando rutas para que sus equipos, en el marco de los reglamentos, sigan anotando puntos y ganando juegos.
Así ha demostrado que sabe lo que hace, con la misma seguridad con la cual Ismael «Pat» Quintana cantó con la orquesta del «Sapo» Palmieri: «En la escuela de rumberos, yo soy maestro».