*** Mi mamá fue una gran mujer, fue la gran compañera de mi papá, y mucho más en las malas que en las buenas. Fue padre y madre a la vez, ya que don José viajó durante toda la vida; ella entendió el rol que le tocó y fue quien sostuvo una familia de seis hijos
Por Mauricio Sulaimán
Presidente del CMB
Prensa/El Heraldo/Jabeando/27-08-2024.- En los ya varios años que tengo el gran honor de escribir mi columna semanal, tras la invitación de mi querido amigo Franco Carreño para El Heraldo de México, fue la semana pasada la única ocasión en la que fallé y no la mandé. Precisamente hace una semana se nos fue la mujer más maravillosa del mundo, mi querida y adorada mamá, Martha Saldívar de Sulaimán.
No existe edad, momento ni formas para morir, sólo quien ya perdió a su madre podrá entender.
Hace un mes, mi mamá jugó póker con sus amigas, su máximo gusto y todo era normal, tras unos malestares que pensábamos era un tema de cambio de medicamentos, la llevamos a exámenes, y en tan sólo 30 minutos nuestra vida cambió, nos comunicaron que el problema era un tumor grande y agresivo en el cerebro.
Dios es infinito, es compasivo y justo, doña Martha se nos fue en tan sólo tres semanas, no sufrió y estuvo rodeada en todo momento de sus seis hijos y 14 nietos.
No encuentro las palabras para expresar mi agradecimiento a todos y cada uno de quienes nos arroparon. Hemos recibido muestras de cariño por medio de llamadas, mensajes, esquelas, publicaciones, flores y visitas al Panteón Francés.
¡Cómo tranquiliza un abrazo, una mirada, escuchar la voz con palabras hermosas, recibir mensajes con escritos que vienen del corazón, y se alojan en el alma!
¡Gracias eternamente! Quisiera estar en este momento frente a cada uno de quienes recordaron a mi adorada mamá para así agradecer de manera directa tanta amabilidad y cariño recibido. Kevin Noone viajó desde Tailandia; Ahmet Oener, desde Turquía; Don Majeski y Jill Diamond, desde NY; Chico López, desde Puerto Rico, y muchos otros de diversos estados de la república.
Mi mamá fue una gran mujer, la compañera de mi papá, y mucho más en las malas que en las buenas. Fue padre y madre a la vez, ya que don José viajó durante toda la vida; ella entendió el rol, y fue quien sostuvo una familia de seis hijos para que mi papá pudiera recorrer el mundo y revolucionar el mundo del boxeo, y así salvar muchas vidas.
Nuestra casa recibió a todos, ellos antepusieron la tradicional hospitalidad mexicana, y desde que tengo uso de razón, mi casa siempre estuvo llena: Muhammad Ali, Don King, Leonard, Durán, Tyson, Chávez, Travieso Arce, Bob Arum, De la Hoya, y centenas de promotores y campeones desayunaron, comieron y cenaron en casa.
Pero no sólo eran los campeones, también peleadores de provincia que no tenían dónde dormir, entrenadores y mánagers, las puertas de la casa Sulaimán Saldívar siempre estuvieron abiertas para todos.
¡Qué manera de cocinar! Don King llegaba directo a la cocina gritando: Yo tengo mucha hambre, dónde, dónde, arriiiiiiiba. Se sentaba en la pequeña mesa, y a darle con todo a los platillos de doña Martha.
Roberto Durán cada vez que me ve, preguntaba por ella, y suplica: las comidas de tu mamá. Desde desayunos uno a uno, bufés para 80 personas, comidones y hasta organizar la cena de Año Nuevo para recibir a todos, como los participantes en una función de boxeo en El Toreo de Cuatro Caminos, en beneficio de las víctimas de la explosión de San Juanico… Chávez, Macho Camacho, y todo su séquito, cenaron pavo en mi casa, ese 31 de diciembre de 1984.
Fue una mujer con gran porte y elegancia, pero sencilla a más no poder. Su pasión por servir la heredó de su familia, y fue gran aliada de quien la buscaba para conseguir alguna cosa de mi papá.
Fue una gran contadora de chistes, ocurrente, inteligente y simpática. Todo quien tenía un pesar se acercaba a ella para platicar, y poder así entender las dificultades del momento y terminar con ilusión y esperanza. Tenemos una larga lista de los dichos que comúnmente entonaba en la ocasión apropiada, como al ver algo que sucedía muy evidente decía: Ya vi de dónde le salió a Bartolo, el me, de Bartolomé.
ANÉCDOTA DE HOY
Un viernes en 1983 recuerdo una casa llena por la mañana, decenas de personas desayunando de un gran bufé montado por doña Martha: huevos a la mexicana, asado de cerdo, chicharrón en salsa verde, soufflé de flor de calabaza, nopalitos, hot cakes, quesadillas y todo tipo de frutas y ensaladas.
Fue mi casa el punto de reunión para de ahí salir a Cocoyoc para un simposium de medicina de boxeo, en el que participó Ali, Don King, Omar Shariff y una gran cantidad de médicos y comisionados.
Ya de salida, al despedirse, mi papá le dijo con gran entusiasmo: “¡Vieja, te volaste la barda! ¡Qué barbaridad! Estuvo maravilloso todo, muchas gracias, nos vemos el lunes por acá”. Y doña Martha respondió: “José: necesito comprar algo muy importante para mí, pero necesito tu autorización”.
Sin pensarlo, replicó: “Compra lo que quieras, Martha, por favor, no me tienes que decir nada”; “¿Seguro?”. “Claro, lo que sea”.
Me llamó mi mamá para que me regresara un día antes, o sea, el domingo… Al llegar a casa, me estaba esperando, en la sala de juegos, con la batería que me había comprado…
Mi papá me había negado comprar dicho instrumento por el ruido que se genera, y mi mamita sólo me comentó que la condición era tocar sólo cuando no estuviera mi papá.
¡Qué bonito ver y sentir cómo la gente recuerda a mi mamá! Sin duda, dejó una gran huella y vivirá en el corazón y la mente de muchas personas, y seguramente estará ahí en cada momento con mis hermanos Pepe, Lucy, Güero, Fery y Clau; las nueras y yerno, los 14 nietos y miles de personas, a quienes ella tocó con sus actos de amistad y bondad.