Opinión: No hay que darle motivos a la muerte en el boxeo

Por Salvador Rodríguez

Foto: Scott Taetsch/Getty Images

Prensa/ESPN Digita/Jabeando/27-07-2019.- Ha sido una semana cruel para el boxeo, para muchos la más oscura en muchos años de este deporte que resulta tan emocionante como peligroso, y que de vez en vez nos recuerda que más allá de los millones, de los títulos, del honor, del orgullo, lo que se pone en juego es nada más y nada menos que la vida misma.

La premisa es clara para un boxeador, para sus entrenadores, su manager, su promotor, su médico (si es que lo tiene), su promotor, para el organismo que sanciona una pelea, para el comisionado, para el supervisor, para el médico de ring, para el paramédico que está o debería estar dispuesto a cualquier emergencia: No hay que darle motivos a la muerte para aparecerse.

Las noticias de los fallecimientos de dos peleadores menores de 30 años, el ruso Maxim Dadashev de 28 en Maryland, y el argentino Hugo Santillán de 23 en su tierra natal, han sido devastadoras, y sólo si acaso reconforta el saber que casi 50 días después de permanecer hospitalizado, el mexicano Felipe ‘Gallito’ Orucuta está por irse a casa a continuar con su recuperación tras haber sido tratado por un edema cerebral como lo hicieron ‘Mad Max’ y ‘Dinamita’.

Si de por sí el fallecimiento de Dadashev urgía a la familia boxística en buscar una solución que ayude a prevenir estos incidentes, lo de Santillán ha reforzado la idea con dos acotaciones, la primera es que Maxim no se rehidrató como se esperaba para su pelea con Subriel Matías, ya que el matchmaker de Top Rank, Brad Goodman, reveló a The Athletic que sólo subió dos libras para la pelea cuando regularmente suben al menos ocho, y la segunda es que Santillán venía de disputar 10 duros asaltos antes de perder en Alemania, apenas 35 días antes de disputar 10 duros asaltos en Argentina ante el uruguayo Eduardo Abreu. Se dice que le recomendaron en Alemania descansar al menos 45 días y evidentemente no lo hizo.

El boxeo es un deporte violento, dejando de lado lo de la ‘Dulce Ciencia’ que a veces nos hace olvidar que aquello que más debería apreciar un ser humano en su vida, la salud, está en juego. Entonces no hay que darle motivos a la muerte para aparecerse, y cómo es eso, empezando por la misma conciencia del peleador de cuidarse, comer lo más saludablemente posible, alejarse de los vicios, comprometerse con el boxeo, o es que ¿Acaso no han escuchado que el boxeo es el deporte más celoso del mundo?

Si un peleador que se ha alimentado bien, que no ha faltado al gimnasio, que se ha alejado de los vicios y que ha descansado de manera ideal corre peligro, imagínense lo que sucede con aquellos que fallan en alguno de estos casos. Muchas comisiones en el mundo no hacen tomografías porque son muy caras, muchas tienen miedo de echar abajo peleas porque pierde el boxeador, su entrenador, el manager y el promotor, pero cuando se pierde la vida de alguien perdemos todos.

Estas noticias deben obligar a las comisiones y organismos, para empezar, a endurecer sus medidas sobre los exámenes físicos, sobre el dopaje, y también deben alentar a los réferis y médicos de ring a detener una pelea en el primer instante que vean que algo está saliendo mal, porque siempre es mejor un golpe antes que un golpe después. Y lo mismo para los entrenadores, ¿Cuántas veces no escuchamos que no hay esquina cobarde?, pues que las haya si de ello depende la salud de alguien.

Fue dramático ver cómo Buddy McGirt, un excampeón del mundo y miembro del Salón de la Fama, preguntaba a Dadashev si le permitía parar la pelea sin que el ruso diera respuesta. Buddy trató de salvarle la vida a su peleador y no fue suficiente no dejarlo salir. También resultó dramático ver cómo Santillán se desvanecía en el ring mientras daban el fallo. Son esos momentos que la familia boxística hallará difícil de borrar, y que bueno que sea así, para que todos tomen conciencia de que el boxeo es un deporte violento, donde la muerte no necesita invitación, sólo espera un pretexto, uno solo, para aparecerse.

Descansen en Paz Maxim dadashev y Hugo Santillán.

Deja una respuesta