México/Prensa/CMB/El HeraldoJabeando/01-09-2019.- Así como en el cine mexicano existió la Época de Oro, con la participación de grandes exponentes de la actuación, el boxeo también tuvo su era dorada en la división gallo, con peleadores excepcionales.
Como ya lo comenté el domingo anterior, Rubén Olivares no solamente cumplió 50 años de haber conquistado la corona mundial, sino que siguió ostentando el reconocimiento del número uno en esa división.
El boxeo mexicano ha tenido tantos valores en ese peso, que nos quedó un cierto sentimiento de culpa por no haberlos siquiera nombrado, pues por lo menos 10 de ellos llevaron a cabo hazañas que, mantenerlas en el anonimato, sería algo totalmente indebido y una falta de respeto a su grandeza y a la de miles de aficionados que no solamente los admiraron, sino que los consideraron sus ídolos, y muchas veces se emocionaron mucho al presenciar algunas de sus actuaciones.
Uno de estos fue Raúl Macías, el inolvidable Ratón tepiteño, que ha sido hasta ahora el más notable ídolo del deporte mexicano en toda su historia; el hombre que detenía el tránsito en las principales vías citadinas en nuestra ciudad y en otros lugares en donde se presentaba. Su personalidad, el ángel, como se decía en su época, que mostraba, no era de ninguna manera su única característica; no, él poseía gran calidad, además de un estilo que gustaba y apasionaba a las masas.
Y no queremos pasar por alto que él no era solamente un peleador con físico privilegiado, sino que fue durante toda su brillante vida alguien extremadamente decente, correcto y muy querido por quienes lo conocimos de cerca.
Otro que presentaba condiciones similares, además de haber sido un pugilista formidable y campeón del mundo en el peso al que nos referimos en esta ocasión, fue Rafael Herrera, quien afortunadamente todavía está con nosotros.Nadie puede pasar por alto tampoco a Carlos Zárate, quien ha dado ejemplos extraordinarios de lo que es tener coraje y valor para enfrentarse a la vida y salir triunfante, cuando ésta nos plantea situaciones difíciles. Como todos los anteriores, también Carlos hizo suya la misma corona, y el público le reconoció todo en el cuadrilátero
Chucho Castillo, ¿quién lo puede olvidar?, se halla en el mismo terreno, con victorias y derrotas contra supercampeones como Olivares y Herrera, entre otros, y un lugar más que distinguido en la historia, no únicamente nuestra, sino dentro del boxeo de todos los tiempos.
Y los nombres no se acaban, pues tenemos al más antiguo de todos; aquel que se convirtió en el primero al que nuestros aficionados reverenciaron entre las cuerdas: Rodolfo Casanova, quien también fue el primer pugilista mexicano que disputó el campeonato mundial gallo.
Muchos llamaron a su tiempo la “temporada de oro”, y en ella Rodolfo ofreció actuaciones que permanecerán por siempre en la mente de quienes las presenciaron; todo esto allá por la década de los 30 del siglo pasado.
Y no pueden faltar aquí hombres como Rodolfo Martínez, Lupe Pintor y El Cochul Montiel, cuya calidad difícilmente podrá ser igualada. También fueron campeones del mundo, y estos, como los anteriores, pertenecen a la élite del boxeo mexicano en toda su existencia.
A los que hemos recordado, nuestro respeto, reconocimiento y, por encima de todo, cariño, destacando lo que fueron, lo que hicieron, y lo que han significado para esta disciplina.
Tampoco podemos dejar de citar aquella pelea memorable en Monterrey entre Rodolfo Martínez y Rafael Herrera.
Fue en la Plaza Monumental, el 14 de abril de 1973, en la que después de una gran exhibicion boxística, Herrera derrotó a Martínez y ese combate quedó como una joya que se considera una de las mejores de la historia, por todos los ingredientes que reúne el boxeo, y ellos lo protagonizaron como dos guerreros mexicanos.
¿SABÍAS QUE…?
El 26 de junio de 1934, en Montreal, Canadá, Rodolfo Casanova disputó el campeonato mundial vacante de peso gallo contra el puertorriqueño Sixto Escobar.
Se enfrentaron en el Estadio de la Reina, que con el tiempo cambio su nombre a Forum, como actualmente se le conoce. El triunfo fue para el isleño, por nocaut en nueve asaltos, y de esa forma se convirtió en el primer campeón del mundo que tuvo su país.
ANÉCDOTA DE HOY
Fue una de tantas mañanas cuando mi papá había ido a desayunar, en compañía de algunos de sus amigos, al entonces único Sanborns que había en la colonia Lindavista.
Como siempre, hubo una plática larga, tomando café, y llegó el momento de pedir lo que ofrecían en el menú. La señorita que atendía tomó la orden y se retiró a la cocina.
Pasaron algunos minutos y entonces surgió algo inesperado: empezó a temblar. Aquello fue más fuerte que lo habitual y mucha gente corrió hacia la calle, en donde pensaban que estarían más protegidos. Entre quienes salieron se encontraba nada menos que la señorita que atendía la mesa de mi papá, y con ella también corrieron varias de sus compañeras.
Don José, que era de muy buen apetito, empezó a desesperarse ante la ausencia, tanto de la dama a la que había pedido lo que comería, como por aquellos huevos a la mexicana que solía ordenar con mucha frecuencia, y pasaron muchos minutos, que le parecieron horas, para que todo cobrara su normalidad.
La señorita que había tomado la orden no hallaba cómo disculparse con aquel cliente tan conocido y frecuente, a lo que éste le comentó: “No se preocupe, me terminé todo el pan que había en la charola”. Mi papá ni se inmutó por el temblor, siguió sentado como si nada.