Cuento: “La Noche de Mantequilla” (Segunda entrega)

Libro: Alguien que anda por ahí”
Resumen: Lic. Juan Luis Orta
Juez de Boxeo Profesional y Amateur
Profesor del idioma inglés
C.I.B.

Prensa/CIB/Jabeando/13-09-2020.- En esta entrega, nos referiremos al cuento1 «La Noche de Mantequilla», el cual dedica su autor, Julio Cortázar (1914-1984), amante del Jazz y El Boxeo, a José Ángel «Mantequilla» Nápoles, en la que fue su pelea contra Carlos Monzón, por el título Mediano, el 9 de febrero de 1974, que tuvo como escenario la ciudad de París, en Francia.

Este cuento, es el último de los 11 que conforman el sexto libro del autor, llamado “Alguien Que Anda Por Ahí” (1977)

Julio Cortázar fue un escritor, profesor y traductor argentino, considerado uno de los autores más innovadores y originales de su tiempo

Maestro del cuento, la prosa poética y la narración breve en general, así como creador de importantes novelas las cuales inauguraron una nueva forma de hacer literatura en el mundo hispano, mediante narraciones que escapan de la linealidad temporal. Una de sus características es que, el contenido de sus obras transita en la frontera entre lo real y lo fantástico (Realismo mágico – Surrealismo)

La Noche de Mantequilla, es una historia que se desarrolla durante la celebración del combate, es un relato con matices políticos y de espionaje, donde nada sale de acuerdo a lo planeado, de acuerdo al autor.

La víctima es un sujeto de apellido Estévez, quien durante la pelea debe entregarle un paquete a su contacto, sin embargo, al finalizar el evento boxístico, su jefe, Peralta, le indica que, el paquete se lo ha entregado a un espía del enemigo, quien antes capturó y torturó al contacto —llamado Walter— Como el espía ha visto a Estévez, la organización no quiere correr riesgos, por lo que Peralta lo elimina.

Una carpa de circo (Ville de Puteaux) montada por Alain Delon, en un terreno baldío al que se llegaba después de cruzar una pasarela y seguir unos caminos improvisados con tablones, era el escenario de la velada de boxeo, la cual serviría de mampara, para la entrega del paquete entre Estévez y Walter.

Esta idea de Peralta fascinó a Estévez, quien observó como brillante, la posibilidad de realizar un trabajo y a su vez disfrutar de un combate, que de acuerdo a los pronósticos, era obligatorio para aquellos que pudieran hacerse de una entrada al evento.

Peralta le dio las indicaciones detalladas y precisas de como se haría la entrega, desde el momento de llegada de cada uno, pasando por cómo debía comportarse y de lo que debía estar atento Estévez, hasta el momento de entregar el paquete y retirarse.

Walter llegaría en la mitad de la primera preliminar, ubicándose en el asiento a la derecha de Estévez, quien debía estar allí mucho antes del inicio de las preliminares, lo cual ocurrió como era de esperar, en medio de la gente que se divertía fuera de lo que propiamente comportaban las peleas previas.

Llegado el momento, todo el mundo se levantaba a pesar de las protestas y los silbidos, por la izquierda un revuelo clamoroso y los sombreros de charro volando entre ovaciones, Mantequilla trepaba al ring que de golpe parecía iluminarse todavía más, la gente miraba ahora hacia la derecha donde no pasaba nada, los aplausos cedían a un murmullo de expectativa…

De pronto el clamor como única señal, avistaban bruscamente la bata blanca de Monzón recostándose contra las cuerdas, de espaldas hablando con los suyos, Nápoles yendo hacia él, un apenas saludo entre flashes y el árbitro esperando que bajaran el micrófono…

Inició el combate, entre gritos y algarabía, mientras que Estévez y Walter intercambiaban y escuchaban de varios del público, comentarios y pronósticos para los púgiles, a la par de encender uno que otro cigarrillo. Así llegó el quinto asalto donde Monzón derrochaba superioridad, ante un Mantequilla, que lucía cansado.

Con el inicio del sexto round, se aproximaba el momento en el cual debían finiquitar el trabajo (La entrega del paquete), y con ello se vislumbraba el final de la refriega.

De acuerdo con el autor, Mantequilla estaba pesado, tirándose adelante sin ese ajuste tan suyo, mientras los pies de Monzón resbalaban de lado o hacia atrás, la cadencia perfecta para que esa última derecha calzara con todo en pleno estómago, muchos no oyeron el gong en el clamoreo histérico, pero Walter y Estévez sí, Walter se sentó primero enderezando la cartera sin mirarla y Estévez, siguiéndolo más despacio, hizo resbalar el paquete en una fracción de segundo y volvió a levantar la mano vacía para gesticular su entusiasmo en las narices del tipo de pantalón azul que no parecía muy al tanto de lo que estaba sucediendo.

Todo el mundo parado a la espera de la campana del séptimo round, un brusco silencio incrédulo y después el alarido unánime al ver la toalla en la lona, Nápoles siempre en su rincón y Monzón avanzando con los guantes en alto, más campeón que nunca, saludando antes de perderse en el torbellino de los abrazos y los flashes. Era un final sin belleza pero indiscutible, Mantequilla abandonaba para no ser el punching-ball de Monzón, toda esperanza perdida ahora que se levantaba para acercarse al vencedor y alzar los guantes hasta su cara, casi una caricia mientras Monzón le ponía los suyos en los hombros y otra vez se separaban, ahora sí para siempre, pensó Estévez, ahora para ya no encontrarse nunca más en un ring.

Terminada la pelea, tanto Walter (Primero), como Estévez, comenzaron a abandonar el lugar, junto al resto de los asistentes, previo a un “hasta luego” entre dos extraños que habían coincido en una gran pelea.

Una vez fuera de la carpa, Estévez se acercó a Peralta, quien estaba fuera del lugar, el primero haciendo algunas referencias del combate, a lo cual su jefe respondió haber estado allí, pese a que no era fanático de la disciplina, pero sin desmérito de su relevancia y aseverando la necesidad de supervisar el trabajo.

Fue en ese momento en que Peralta le dijo a Estévez que la persona a la que le había entregado el paquete, no era Walter, sino un espía, quien antes torturó e hizo confesar cada detalle de lo que, se suponía debía ocurrir.

Desde ese momento Estévez pasó a ser material desechable, al cual según el relato del autor y de acuerdo a todo lo narrado, debían desaparecer, lo cual ocurrió en un vehículo en marcha, donde en medio del camino liquidaron al aterrorizado Estévez, quien ingenuamente planificaba su huida con la familia. No había tiempo para ello y fue en ese momento que desapareció para siempre.

Aquel 9 de febrero de 1974 y ante más de 12.000 personas en un evento presentado por el actor francés Alain Delon, Carlos Monzón defendió su título de campeón ante el cubano-mexicano José Ángel «Mantequilla» Nápoles, en una pelea que se resolvería antes del inicio del séptimo round, por nocaut técnico, consagrando nuevamente al boxeador argentino.

Carlos Monzón y Alain Delon

Luego que el equipo de Nápoles arrojara la toalla para paralizar la paliza, Mantequilla aseguró que Monzón le había metido el pulgar en el ojo, impidiéndole pelear correctamente.

Nadie hizo caso al comentario del boxeador mexicano, y terminó con el campeón argentino llevándose una suma de 250.000 dólares.

Estos no fueron los únicos ganadores y perdedores de esa noche, fuera de la lona Estévez y el falso Walter también protagonizaron lo propio.

 

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