“Thrilla in Manila”, una pelea única e irrepetible…

Prensa/CMB/Jabeando/0510-2021.- Manila, Filipinas, 2 de octubre de 1975, no sé cuánto tiempo he pasado aquí sentado, con la ventana de mi cuarto abierta. Con pluma en mano y una hoja en blanco, me descubrí conmovido, tratando de poner en orden todo lo que sucedió, asimilando cada asalto. Me era imposible trasladar al papel lo que mis ojos vieron, las emociones, lo que fue “Thrilla In Manila”.

Grandiosa, agotadora, dramática, frenética, apasionada, estremecedora y casi inhumana…creo que así describiría la pelea entre los dos más grandes pesos completos, Alí y Frazier.

Recuerdo haber escrito que este encuentro superaría todo lo que me pudiera imaginar y así fue, la lucha “descarnada” que pensaba iba presenciar no fue NADA a lo que sucedió realmente en ese lugar.

Una pelea única e irrepetible, pues, aunque seguramente en los años venideros habrá otras rivalidades, esta será, sin duda alguna la más genuina e incomparable, pues en el ring estuvieron dos hombres que desnudaron el alma, que, de haber sido por ellos, hubieran muerto en ese cuadrilátero.

Un encuentro que nada tuvo que ver con los dos anteriores, pues recordemos que, en enero de 1974, estos dos gigantes estuvieron frente a frente después de que Frazier venciera al “más grande” en 1971. ¡Uno a uno!, Alí y Frazier llegaban empatados a esta: la batalla final.

En un horario inusual para celebrar una pelea de boxeo, (10 de la mañana), el Coliseo se llenó en minutos, todos los asientos estaban ocupados, no cabía ni un alma aun cuando algunos cientos se quedaron fuera, 28 mil aficionados estábamos ahí, listos y expectantes. Pronto el calor de la mañana cobró fuerza. Un momento surrealista, donde la humedad y la “ira contenida” inundaron el reciento.

Inmerso en el latir de mi corazón, aquella pared silenciosa que había logrado, se rompió en mil pedazos cuando anunciaron a Joe Frazier y enseguida a Muhammad Alí, quien entró con la seguridad de enfrentarse a un rival aparentemente acabado; sin embargo, le bastaron unos instantes para darse cuenta que estaba equivocado, ese hombre estaba ahí para destrozarlo.

Con casi 50 grados en el Coliseo, sonó la campana, mi corazón y supongo que el de todos los aficionados estaba a punto de salirse del pecho, era el momento anhelado que sucedía delante de nuestros ojos.

Lo que aconteció los minutos siguientes es difícil de explicar, Frazier arrancó como siempre, tomándose su tiempo, sereno buscó entrar en el ritmo de la pelea, mientras que Ali buscaba con su inigualable estilo terminar lo antes posible la pelea, casi lo consigue, Joe recibió muchos golpes en los primeros asaltos. Creímos, creí, que todo terminaría rápido.

Alí quien dijo que saldría a bailar en el ring, se paró en el centro del cuadrilátero para luchar mano a mano con Frazier en tres brutales asaltos, donde no sólo conectaba golpes físicos sino también golpes emocionales, pues no dejaba de “amedrentar» a Joe.

De pronto en el quinto asalto, una tremenda derecha de Frazier impactó el rostro de Alí y entonces todo cambio, su dominio estaba siendo cuestionado. Mi frenesí, me tenía al borde de todas las emociones, incluso olvidé por instantes que estaba ahí para documentar todo y me levantaba una y otra vez del asiento, gritando, dando indicaciones de que debía hacer cada uno…era una locura.

No sé cómo describir esto, pero después de ese asalto algo cambio en la mirada de Joe, como si una fuerza superior se apoderará de él para lanzarse con todo. Claro, Muhammad contestaba también con lo que tenía. ¡Era una lucha irreal! No parecían humanos, ¿Por qué? Porque ningún hombre  “normal” soportaría tanto castigo, ¿Hasta dónde llegarían? Estábamos ante dos hombres que abrieron las puertas del infierno. La lucha a muerte donde no se renuncia.

Corría el decimocuarto asalto y ellos regresaron al centro del ring, agotados, destruidos físicamente, pero con el espíritu intacto, sólo su corazón guerrero los mantenía en pie. Creo que ahí descubrí que el boxeo es un deporte que desborda todas las emociones, pues Joe y Muhammad arrancaron las únicas lágrimas que he derramado como aficionado. Fue el asalto más brutal…los dos estaban muertos.

Terminó y cada uno regresó a su esquina. El ojo derecho de Joe estaba completamente cerrado, sangrante… pero eso no le importaba, Joe estaba listo para salir; del otro lado Alí lucía devastado y todos nos preguntábamos si habría otro round.

Fue entonces cuando Eddie Futch entrenador de Joe, tomó una decisión que cambió el rumbo de la historia y a pesar de que Frazier quería seguir, Eddie fue determinante: “Todo terminó, nadie olvidará lo que hiciste aquí hoy”, le dijo a su pupilo y aventó la toalla.

En ese mismo instante en que Futch definía el abandono, Angelo Dundee entrenador de Alí también discutía si salir o no, entonces, se dio cuenta de que la esquina contraria había dado fin al combate. El Coliseo se caía, pero yo, enmudecí para ver como Ali se puso de pie, levantaba los brazos y festejaba para después caer de rodillas casi desmayado, su cuerpo ya no podía más.

Regrese a mi asiento de un modo casi automático. Todo quedó en silencio y mi mente apartó todo… por instantes me quedé perdido, con la mirada fija en ese cuadrilátero que había sido escenario de una pelea de honor. ¡Ninguno merecía perder, no después de lo habían hecho! Me repetía una y otra vez.

Salí del Coliseo, ya no sentía el calor abrazador, incluso “me abrazaba” debido a un cierto escalofrió, producto de todas las emociones vividas en ese lugar. Caminé haciéndome miles de preguntas… ¿Debió terminar así? ¿Y si Futch hubiera esperado unos instantes más?; sin embargo, hice una pausa en esta mente loca y me limité a agradecer a estos dos seres humanos únicos e irrepetibles el haberme llevado a descubrir la pasión y la honorabilidad de este deporte, agradecí cada uno de sus golpes porque iban cargados de furia, conocí el temple de dos campeones y ese instinto sobreviviente que cada ser humano tiene.

Muhammad y Frazier, desnudaron su corazón guerrero en esta “simbiosis boxística”. Ellos trazaron esta genuina historia, una de la que estoy seguro se hablará entre las generaciones venideras, que será inspiración de muchos y que ha sido la mía para seguir enamorándome del boxeo.

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