Por Jesús Cova
Prensa/AMB/Jabeando/20-06-2024.- En unos pocos días más de este mes de junio, exactamente el venidero sábado 25, se cumplirán72 años de una de las más dramáticas y memorables peleas de la vieja historia del boxeo, tal como fue la que protagonizaron el inmortal Ray “Sugar” Robinson, soberano del peso mediano, y el entonces campeón mundial semicompleto Joey Maxim, quien arriesgaba la corona ganada ante Freddie Mills en enero del año anterior.
Aquella noche del miércoles de la aludida fecha, el termómetro marcaba 40 grados centígrados (104 Fahrenheit), la más caliente noche de Nueva York en aquel verano y posiblemente la más ardiente hasta hoy.
Robinson había sido antes del mediano también monarca del peso welter, que ganó en 1946 contra Tommy Bell y que defendió exitosamente en solo dos ocasiones.
En amateur peleó 85 veces sin perder nunca, con 69 nocauts, 40 en el primer asalto, y el primer revés lo sufrió en su 41° combate profesional, en cerrada decisión frente a su archienemigo Jake LaMotta (Pelearon 6 veces, con 5 triunfos para RR) El segundo fracaso lo tuvo ante el inglés Randy Turpin, quien le arrebató la corona a los puntos y a quien noqueó en 10 en la revancha en la revancha, en julio y septiembre, respectivamente, del año anterior al de su encuentro con Maxim.
GANÓ EL CALOR INFERNAL
Alrededor del ring, colocado en el centro del ya demolido Yankee Stadium del Bronx (“La casa que Ruth construyó” lo llamaban los aficionados al beisbol, en honor al jonronero de los Yankees de Nueva York, George Hermann “Babe” Ruth), unas 48 mil personas amantes del boxeo y uno que otro simplemente curioso, apretujadas en el local, aguardaban expectantes y serían luego testigos presenciales de lo que sería uno, como dijimos al comienzo, de los combates más memorables, épicos e inéditos en la historia de la disciplina de los guantes: Ray “Sugar” Robinson, Walker Smith Jr. su nombre de pila, el más grande peleador de la historia en la opinión casi unánime de boxeadores, cronistas, analistas, reporteros y simples amantes del antiguo deporte, intentaría adueñarse de su tercera corona–de otras tantas divisiones-que ostentaba el rudo y resistente Joey Maxim, rey del cinturón semicompleto, 175 libras o79,379 kilogramos.
Robinson, de 31 años, había marcado incuestionable hegemonía en los pesos welter y mediano en una carrera emprendida doce años atrás, en la que sumaba 132 victorias, apenas 2 reveses y dos empates, después de haber ganado todas sus peleas aficionadas, tal como señalamos en líneas anteriores. Maxim, un año menor, poseedor de un jab mortificante y recio, aunque técnicamente inferior al retador, no mostraba una hoja tan brillante como la de aquel, si bien acumulaba una respetable cifra de 78 triunfos, solo 22 por KO, 18 fracasos y 4 empatadas. Por el récord y contextura se pensaba que probablemente su peso natural podía ayudarle en su empeño de detener al invasor.
Tal presunción empezó a disiparse cuando Robinson llegaba, pegaba, se iba en movimientos laterales, como una suerte de fantasma, sin dejar de golpear a un Maxim que lucía desconcertado, impotente, frente a un enemigo que no veía nunca en el mismo sitio y que se regodeaba en el dominio con sus largos golpes en recto, en jabs, en “uppers” y que se iba lejos de los intentos del aturdido y atolondrado adversario.
Entretanto, la temperatura, paulatinamente hacía su efecto de desgaste contra los tres hombres en el cuadrilátero, muy en especial sobre el legendario árbitro Ruby Goldstein, quien sudaba a mares, con la camisa empapada, como si hubiera estado segundos antes bajo una regadera.
Tanto fue así que mientras RR continuaba ampliando su ventaja en las tarjetas de los jueces, Goldstein no pudo más: se fue a la lona como golpeado por un mazo y se hizo menester reemplazarlo con un réferi de emergencia, Ray Miller, en el round 10. Algo semejante nunca antes había sucedido en el boxeo y hasta donde se sabe nunca más se ha repetido.
Sin embargo, la temperatura, calurosa como la de un desierto, por supuesto que no afectó únicamente a Goldstein: Robinson, que no había parado de moverse frente a un pasivo y totalmente apabullado e indefenso Maxim, tampoco pudo resistir más. Trastabillando, seco, fundido, oyó el sonido de la campana en el round 13, dio tumbos hacia la esquina y se sentó semimuerto en la banqueta. No tuvo fuerzas para responder al tañido del gong que convocaba a los contrincantes al penúltimo tramo. Las tarjetas de los jueces daban amplia ventaja al aspirante. En la puntuación por rounds, como se estilaba en aquel tiempo, marcaban 10-3, 9-3-1 y 7-3-3.
Maxim, de tal modo, retenía así la faja de una pelea que nunca había ganado en el ring en los 39 minutos transcurridos de la acción. Simbólicamente, dicho en sentido figurado, la mano alzada fue la del termómetro en aquella singular noche que no guarda similitud con ninguna otra pelea de la historia.
La frustración de aquel remoto 25 de junio, el único K0 en contra de toda su larga y deslumbrante ejecutoria, apartó temporalmente del boxeo a Robinson. Se divirtió cantando y bailando con un grupo musical formado por él y retornó al ensogado unos 3 años más tarde, para otras 62 batallas de las que ganó 44 con 13 derrotas y 5 igualadas. Se fue definitivamente con un registro de 175 ganadas, 109 por nocaut, 19 perdidas, solo 1 por KO, entre el debut el 4-10-40 con un KO2 a Joe Echeverría en el Madison Square Garden y el adiós final el 11-10-65, una derrota a los puntos frente a Joey Archer, con el reposo que tomó después del “revés” (Valen las comillas) frente a Maxim.
Nacido en Alley, Georgia, el 3 de mayo de1921, Robinson falleció a los 68 años el 12de marzo de 1989 en Curley City, California. Sobre el ring ganó más de $54 millones, centenares o miles en estos días.Fue distinguido, repetimos, como el mejor boxeador de la historia por la agencia de noticias AP y por ESPN y The Ring y es considerado el mejor púgil libra por libra (Con él nació dicha denominación) de todos los tiempos.
Por su lado Maxim (Giuseppe Antonio Berardinelli, su nombre verdadero), terminó con 83 (22)-29 (1)-4 y 8 no contest. Lo ocurrido en lo que restó de su carrera en el ring lleva a pensar que también él se fundió aquella noche: en 14 peleas más, perdió 10 con 4 grises victorias por decisión. Nacido el 28 de marzo de 1922, falleció el 2 de junio de hace 21 años.
Unas palabras elogiosas, de cierre, para Robinson, en el Salón de la Fama de Canastota de NY, desde 1990: Muhammad Ali dijo de él que “fue mi ídolo, mi maestro. Es el rey. El más grande de todos”, y por su lado Ray “Sugar” Leonard rechazó rotundamente que lo compararan con el primer “Sugar”, “Robinson ha sido el mejor de todos nosotros. Nadie como él”, replicó, cuando quisieron equipararlos, con marcado énfasis de admiración.